Por Manuel Calle Reyes
Convento de Sto Domingo - Lima - Perù
I.
Introducción
En
el presente ensayo intentare hacer un análisis teniendo como punto de partida El libre albedrío de San Agustín sobre
el problema del mal. Considero que el problema del mal constituye una de las cuestiones
claves de la filosofía, así como la solución que determinó S. Agustín, al
lograr transformar al “mal” un carácter realista. A teoría de este gran autor,
donde nos define el mal como una falta de bien, un “no ser”; ante la pregunta
¿Quién hace el mal? Este le puso nombre y apellido, el autor del mal: el mismo
hombre, así introduce un nuevo concepto: el
libre albedrio, donde gráfica de manera verdaderamente excepcional la lucha
entre las pasiones y el alma. Entonces creo que el gran aporte de San Agustín
en el tópico del mal fue traerlo a la “realidad”, dándole un componente humano
que permitiera comprenderlo de mejor manera. Luego, la tematización de este
problema si bien no fue su objeto de estudio en Max Scheler, quiero proponer
una atención especial, solo tangencialmente, cuando este establece el “criterio
de lo bueno como ordo amoris”, donde
se refiere a “lo malo” como transgresión de dicho de dicho orden. Ya que este
desea inaugurar una nueva etapa en la ética. Finalmente, abordare el problema
del mal en mi filosofo favorito: Xavier Zubiri, quien bebe de las fuentes tanto
de la fenomenología como de San Agustín, le otorgará una consideración especial
al problema del mal, por tanto, no puedo llegar a Zubiri, si no paso primero
por Scheler.
Scheler
trató brevemente el problema del origen del mal moral y del mal físico. Con
este fin partió de la noción de la creación divina del mundo típicamente
agustiniano, admitiendo la “caída” como verdad de la razón, solo así explicaría
que el mundo real conocido sea mucho peor que lo correspondiente a su fundamento.
Scheler con su base en la doctrina del hijo de Santa Mónica, dice que no se
conoce a Dios como espíritu in lumine
mundi sino al mundo in lumine Dei.
En consecuencia, no después del conocimiento de la existencia y la constitución
del mundo se infiere la existencia y la esencia de Dios, sino que solo después
de “un conocimiento independiente” de la existencia y de la esencia de Dios
respecto al mundo se concluye que Dios es la prima causa del mundo.
Así
Scheler se planteó la relación entre el “mundo real”, conocido a posteriori, y el mundo que tenemos que
“esperar” como creación de un Dios todo amor y bondad. Admitiendo que el mundo
que cabe esperar no puede ser otro que uno “perfectamente bueno y lleno de
sentido”, y de que en el mundo conocido se halla la imperfección y la maldad, así
este autor llega la conclusión de que la mejor explicación consiste en pensar
que el mundo ha ido a parar, por una causa libre espiritual, a una constitución
“distinta” de la que se encontraba cuando salió de las manos de Dios. Así es
como acepta la doctrina cristiana de la “caída” como una verdadera metafísica o
verdad de la razón inseparable del teísmo.
El
mal solo puede ser originariamente predicado de actos libres espirituales
realizados en rebeldía contra una realidad concebida como buena. Así que el mal
es originariamente “mal moral” y que a partir del principio de que el mal
físico del mundo se funda en un poder concentrado del mal, que solo puede ser
atributo esencial de una persona, pero claro está, no pueden hacerse depender
únicamente en el hombre los males el mundo, ni naturalmente, pueden radicar en
el fundamento mismo del mundo. Esto es una metafísica intermedia como lo dice
Scheler, todo es en virtud de una rebelión libre contra Dios por una persona
que tiene poder sobre el mundo con carácter previo a la maldad humana y que ha generado
una tendencia de lo superior a lo inferior.
Así
este admite que el mal cósmico es un constituyente necesario del mundo conocido
mediante experiencia, junto con el bien cósmico con el que se encuentra
entrelazado, en virtud de una causalidad evidente según las leyes naturales que
produce la impresión de una inevitabilidad de conflicto trágico. Entonces, este
considera, que “es” también una verdad metafísica (no solo una verdad de la
“revelación”), la necesidad de redención del mundo y del hombre “caído”, en
primer término por un acto voluntario de Dios. El hombre solo puede alcanzar la salvación mediante la
redención, esto es, mediante la imprescindible ayuda divina.
La
“caída” es una verdad de orden metafísico, una tendencia que existe siempre y
en todas partes del ser y el acontecer del mundo. Un mundo abandonado a sí
mismo disminuiría constantemente en valor positivo, en la medida en que
estuviera abandonado a sí mismo.
Así,
Scheler hace referencia a San Agustín, para afirmar que la tendencia inmanente
del mundo real a la caída incluye naturalmente, al propio hombre. De modo que
un mundo abandonado a sus fuerzas estaría condenado a caer en “la nada”, así la
doctrina de la “gracia” agustiniana se muestra implícitamente, porque hay
necesidad de redención a través de una “fuerza elevadora” que ayude al hombre a
levantarse en su constante caída.
Ahora
bien, la voluntad, como facultad de autodeterminación, de donde arranca el
pecado, es en sí misma considerada un
bien, aunque ontológicamente el mal no es, la voluntad sí es, por tanto, actúa positivamente
determinándose hacia el bien como hacia el mal. El mal moral implica que el
hombre subvierte el correcto orden de lo que debe ser amado y antepone lo
efímero y temporal a lo eterno, supone el abandono de lo mejor, mas no es tato
“el apetito de naturaleza mala”, sino el abandono de “las mejores”: iniquitas est desertio meliorum.
III.
El
problema del mal en Xavier Zubiri frente a lo propuesto por San Agustín
En
este marco, antes expuesto, Zubiri sitúa el problema del mal. El discernimiento
de los bienes y los males solo tiene sentido en contexto de la búsqueda y consecución
de la felicidad del hombre, así Zubiri objeta a San Agustín que no hubiese
negado absolutamente la existencia del mal físico. Xavier entendió que la
enfermedad no debe concebirse como un “mal físico”, sino como una “deformidad”
que amputa unas posibilidades que normalmente competen. Ejemplo: una dolencia,
como mal físico, sería una fuente de propiedades apropiadas que no supondrían necesariamente
una amputación de la felicidad del hombre. Así que el bien o el mal físicamente
considerado seria asumible por el bien o el mal moral, como fuente de
posibilidades positivas o negativas en orden a la felicidad del hombre.
Respecto
al mal moral, donde Agustín lo concibe como una “voluntad desordenada”, el
español observó que las cuestiones acerca del carácter puramente negativo del
mal moral serian insolubles. Por eso construyó su propia teoría acerca del
problema del mal, sin prejuicio de aceptar ciertos principios agustinianos.
Zubiri
se separó en un principio de la doctrina agustiniana del “mal como privación”,
al sostener que el problema del bien y mal era un problema de “realidades”, ya
que se tiene como fundamento y término objetivo la realidad, así que desecha la
doctrina de Agustín sobre la privación como adecuada explicación del mal. Este
plantea partiendo desde Scheler, por tal razón era necesario explicar a ese
autor, ¿pueden categorizarse el bien y el mal como valores?, Zubiri cree que la
posición de Scheler de considerar el valor no solo irreducible a la realidad
sino incluso independiente de ella, es ”un
error”, porque no puede reducirse eso problemas a un problema de “valores”,
sino de “realidades”.
La
realidad, seria condición necesaria pero no suficiente para que haya valor,
además el valor de una cosa se ausenta en las propiedades reales de la misma,
por tal razón Zubiri afirma que el valor no es solo un valor “en la cosa”, sino
una valor “de la cosa”, es decir hablamos de una “realidad valiosa”. Ejemplo:
la luz serena. lo que tenemos presente y sobre lo que formalmente recae el acto
de “estimación”, no es lo sereno en la luz sino la “luz serena”. No
aprehendemos lo sereno junto a lo luminoso sino “lo sereno de la luz”. Entonces
el problema del bien y del mal no es un problema de valores, sino de
“condiciones de lo real”: hay realidades de las que se puede afirmar realmente
que son de buena o de mala condición. La dicotomía entre el bien y el mal no es
un problema de valores y tampoco es un problema
de la realidad considerada como “nuda realidad”, sino que es “un
problema de la condición de lo real”. El bien y el mal tampoco deberían de ser
reducidos a términos como “positivo” o “negativo”, ya que dichos términos son puramente
convencionales, como repito, el problema es la condición misma de lo real.
Todo
bien y mal lo es para alguien, pero ese “para” no debe interpretarse como
relatividad (perdería toda objetividad la cuestión), sino como “respectividad” (término acuñado por
Zubiri), entonces, el bien y el mal son siempre “respectivos a un alguien”. Respectividad:
se trata de la realidad constitutiva de las cosas reales, “que son lo que son
en función de las demás”, de modo que la respectividad no se distingue de la
realidad sino que se “identifica con ella”. Además es necesario explicar el
concepto zubiriano de “condición”, hay de 2 tipos: la respectividad de “mera actualización”
(es la propia de las cosas consideradas en su nuda realidad o “cosas-realidad”)
y el segundo tipo, la respectividad de “sentido” (es el de las “cosas-sentido”,
que se encentra en relación con los actos vitales que el hombre ejecuta en
ellas). Ambos tipos, no son independientes, sino que las cosas-sentido lo son
con base en las propiedades de su nuda realidad, por ese motivo, la aprehensión
de las cosas en su nuda realidad sería anterior a la de las cosas-sentido.
Entonces, la condición es la capacidad de la realidad para quedar constituida
en sentidos, por tanto, solo respecto del hombre puede haber “condición”,
porque solo respecto del hombre puede haber “sentido”. El animal no aprehende
cosas-sentido, sino solo estímulos, que pueden ser molestos, dañinos. Para el
animal no hay bien ni mal, porque para que se den estos se requiere que las
cosas se presente como realidades y para el animal solo son estímulos. Solo el
hombre es capaz de aprehender un sentido, porque en él hay condición y por
extensión, bien y mal en cuanto cualidades de la condición real de la cosas.
Aquí Zubiri hace una radical diferencia con San Agustín de que el mal queda constituido
como realidad, pero se acerca al autor africano que le problema del bien y mal,
es ante todo un problema moral. Zubiri defiende como San Agustín desterrando el
“dualismo maniqueo”, que el mal no es una sustancia, es decir, no es una propiedad
real de las cosas sino una condición real de las cosas. El mal es una realidad
de condición, no obstante, no toda condición conlleva necesariamente una
referencia al bien y al mal, es decir, que no sean buenas ni malas por sí
mismas, porque lo que entiendo del autor español, es que él considera “bien de
las cosas” es la conformidad de una cosa-sentido con la condición buena del
hombre, es decir, con la plenitud de su intrínseca sustantividad.
Hasta
aquí deseo llegar a una primera conclusión de todo mi itinerario analítico. Zubiri
había citado expresamente a Agustín para desechar su doctrina de la privación
en tanto negaba realidad la mal, una vez afirmada la realidad de este, el
español va a sumir expresamente la tesis del mal como privación en cierto
sentido. Y esto es importante porque la “disconformidad con la condición buena”
no se identifica con una mera deformidad, consiste en la privación de un bien,
en cuanto implica la promoción de la disconformidad, o sea el mal no es una
cosa sino un defecto de la cosa, es lo que quiere decir Zubiri, por eso la
causalidad del mal no es efectiva, sino defectiva: el mal no causa cosas malas
sino que el hombre hace las cosas mal. Y ahí creo que Zubiri coincide con Agustín,
solo que mediante una resolución distinta, el bien no presupone mal, no lo necesita
de ningún modo.
La reconstrucción
de la idea del mal, a partir de la doctrina de San Agustín y frente a la teoría
del valor de Scheler, creo que se completa con el análisis que realiza Zubiri
de los diferentes tipos de mal aclarando el concepto del mal como mala
condición de la realidad y en relación con el hombre. Para finiquitar este
análisis, voy a clasificar los tipos de mal, según Zubiri para aclarar aún más
mi ensayo.
El
maleficio, es aquello que promueve la disconformidad, la no armonía de la
sustantividad del hombre en el orden psicobiològico. Privarse de un perfecto
estado de salud.
La
malicia, màs allá de una dimensión psicobiològica, el hombre posee inteligencia
y voluntad, no solo como caracteres psíquicos, sino con un carácter
intencional, es decir se abre a otras cosas distintas, porque la sustantividad
del hombre no es solo psicobiologìa sino es de orden intencional “lo que hago
de mí”, es la realidad querida, lo que se quiere hacer y lo que se quiere ser,
es decir, llego a ser aquello que quiero: querer un acto de generosidad me hace
generoso, a la inversa, un acto de mezquindad me hace mezquino, entonces la
malicia se concibe como una “realidad moral de la propia volición”, esto es
novedoso; ya que volición es una determinación intencional, así la malicia se caracteriza
por se la condición intrínseca de la mala volición, el hombre se da a sì mismo
su propia condición poniendo en juego su propia libertad, por tanto, la esencia
de todo acto de malicia es la soberbia de la voluntad de quererse por encima
del bien moral.
La
malignidad, es una incitación, es el poder del mal como inspiración en otra
voluntad para que sea ella misma maliciosa, entonces la malignidad es
doblemente maliciosa, porque hay voluntad y produce en la voluntad del otro.
La
maldad, esta constituido por el poder del mal, que no solo se ha instaurada con
la malicia sino que ha inspirado a la malicia, se ha convertido en principio
objetivo del mundo.
Así
Zubiri siguiendo los pasos de Agustín quiere dar una respuesta satisfactoria,
según mi entender, a los cristianos para decirles que el mal es un problema de
realidades, así aclara el malentendido generalizado del “relativismo moral” que
dice que lo que es malo para uno para otro puede ser bien, ya que esto
presupone una “estrechez de miramiento” y una “confusión de planos” al no
distinguir, como sì lo hace Zubiri, el plano moral del plano psicobiològico.
Así
descarto también la autoría de Dios como causa directa del mal ¿Qué razón de
ser tiene el mal?, y aquí se debe distinguir como dice Zubiri: una razón
biográfica y una razón histórica del mal. La primera tratándose del maleficio,
no es otra que patentizar al hombre que la plenitud de su sustantividad no se
agota en una dimensión física y psicobiològica, sino que se realiza en un nivel
superior de orden moral. El maleficio es así fuente de un bien mayor. La
conciencia humana de que su sustantividad no es solo física y psicobiològica,
sino eminentemente moral y esto supone la razón de ser de la malicia: “el descubrimiento
de la superioridad del poder del bien sobre el poder del mal, incluso cuando
este se ha instalado en el hombre.
Bibliografía
·
San
Agustín (1982). Obras Filosóficas III.
Quinta edición. Editorial: B.A.C. Madrid. 215-338 páginas.
·
Gilson,
E. (1981). El espíritu de la filosofía
medieval. Editorial Rialp. Madrid. 119-131 páginas.
·
Scheler, M. (1940). De
lo eterno en el hombre. Revista de occidente. 1ra. edición. Madrid. 74-172 páginas.
·
Zubiri, X. (1986). Sobre
el hombre. Editorial Alianza. Madrid. 395-396 páginas.
·
Zubiri, X. (1992). Sobre
el sentimiento y la volición. Editorial Alianza. Madrid. 203-297 páginas.
Por MANUEL CALLE REYES.