Lección 2
A. CONCEPTOS
¿El líder nace o se hace?
Es una pregunta que surge siempre que se aborda el tema del liderazgo. La opinión generalizada es que hay líderes que nacen con capacidades innatas y hay otros que se van formando en su desarrollo profesional. Las habilidades innatas favorecen el desarrollo del líder, pero a veces resulta más determinante la formación que uno va adquiriendo y la experiencia que va acumulando, y puedo afirmar bajo mis experiencias que el líder se “hace”, se “construye” poco a poco, pues no hay que olvidar que somos seres perfectibles, el detalle ahora está, de qué modo se forma este líder, es decir quién es su referente, escoger a ese prototipo es importante, lo que recomiendo es seguir el ejemplo del Líder por Excelencia, y ése, es Cristo definitivamente, Él supera la idea de líder absoluto, pues él llega a convertirse en un Maestro inolvidable para sus seguidores y ha trascendido en la historia como ningún ser, a tal punto de dividir la misma historia de la humanidad.
Hay técnicas de liderazgo, de toma de decisiones, de conducción de equipos, de motivación, de comunicación, etc. que el líder tiene que conocer y dominar. Hay que señalar la importancia de asistir a seminarios sobre liderazgo, así como la lectura de libros sobre la materia.
También es de gran utilidad aplicar un feed-back (retroalimentación) al grupo para ver qué se está haciendo bien y donde hay que mejorar. Es necesario ir asumiendo responsabilidades, tomando decisiones, solucionando problemas, haciendo frente a situaciones difíciles (esto ayudará a perfeccionarnos como personas), permitirá ir forjando a un auténtico líder. Cuando un líder de alguna u otra forma “falla” o se “equivoca” (que es legitimo), muchas organizaciones lo echan por el craso error, pero yo pregunto ¿en que contribuye dicho desalojo?, creo que en nada, pues si un líder comete un gran error, éste es más útil aún, pues se hará más conciente de la realidad, surgirá de él la prudencia y como es un líder, buscará que solucionar o reivindicar sus errores para una posterior oportunidad, en cambio si lo echaba, no se aprende pues el otro que lo reemplazará cometerá el mismo error, y esta línea continuará; mejor continuar con ese líder y así procurar que enmiende, del error cometido, estoy seguro que está es la mejor inversión que pueda hacer una organización con un líder, claro está que sobrentiendo que éste tiene la humildad de aceptar el error.
Por este motivo, no es bueno "superproteger" a las personas en su desarrollo humano y profesional. Es importante que desde pequeño vayan conociendo el valor del esfuerzo, que se vayan enfrentando a ciertas "dificultades", en definitiva, que aprendan a desenvolverse en la vida. Hay que favorecer que los empleados, seguidores vayan asumiendo competencias, responsabilidades y que se vayan acostumbrando a enfrentarse a problemas. Se trata de irlos preparando para que en un futuro sean capaces de tomar las riendas de la organización. La preparación y la experiencia son aspectos que hay que cuidar en la formación de toda persona y es conveniente empezar a hacerlo desde su niñez, adolescencia, juventud, para ir desarrollando sus capacidades de liderazgo. Otro aspecto esencial para poder ejercer un buen liderazgo es conocer en profundidad el terreno en el que uno se mueve.
El líder de una empresa puede jugar un papel secundario en un club de tenis (por ejemplo) del que sea socio, si sus conocimientos de este deporte, de cómo funciona su entorno, etc., es limitado. No obstante, el líder no tiene porque ser un especialista en la materia, pero sí tendrá que tener una formación sólida e integral de casi todo, que le permita tener ideas muy claras y un conocimiento global de la actividad que desarrolla (sea ésta empresarial, deportiva, cultural, religioso etc.). El liderazgo se basa en un reconocimiento espontáneo por parte del resto del equipo, lo que exigirá dar la talla, estar a la altura de las circunstancias. Si el grupo detecta en él carencias significativas terminará por rechazarlo. Los subordinados por asi decirlos entienden que el líder no tiene por qué conocer hasta el último detalle de cada asunto (para eso están los expertos), pero sí esperan de él un conocimiento suficientemente sólido.
B. REFLEXION EN VALORES
AUTOESTIMA
La autoestima es la manera en que te percibes a ti mismo. Si te consideras inferior a los demás o tienes poca confianza para cumplir con tus tareas, careces de autoestima; si, por el contrario, estás lleno de confianza en ti mismo, tienes la capacidad de darte el valor que realmente mereces y con tus cualidades y defectos afrontas la vida, entonces tienes buena autoestima. Conócete a ti mismo, reflexiona sobre tus potencialidades, busca aprender, valora tus ideas, fíjate metas y atrévete a actuar, a ser persistente. Haz tu trabajo con cariño, comparte tus tareas y logros y ayuda a los demás, sé un ejemplo a seguir, no esperes a que te sirvan, sirve tú primero, usa tu imaginación para servir mejor y agrégale tu coraje para perseguir lo que deseas. Tu recompensa será confirmar que eres un ser con infinitas posibilidades.
• La autoestima es el primer bien invaluable que debemos desarrollar en nosotros mismos. Si tienes autoestima, enfrentarás con éxito el desafío de vivir.
• El primer valor nuclear que necesitamos desarrollar en nosotros mismos es el valor de la autoestima, o sea, tener la capacidad de darnos el valor que realmente merecemos.
• Sólo conoceremos a profundidad nuestras limitaciones cuando intentemos vencerlas. El secreto para lograrlo está en nosotros mismos, en nuestra autoestima, ese lente por el cual nos proyectamos en la vida.
• Toda persona tiene un reto fundamental: convertirse en un ser extraordinario. Un ser que rompe el paradigma de lo común, alguien que se atreve a desafiar lo establecido y se exige a sí mismo no ser uno más del montón.
• La primera responsabilidad de cualquier educador o líder es formar en los niños el valor de la propia autoestima.
• Auténtico maestro no es aquel que enseña al otro lo que no sabe, sino que hace surgir en los demás el ser que deben llegar a ser. Miguel Ángel Cornejo
C. ORATORIA
Miedo a hablar en público
Como se ha comentado en la lección anterior, el público no es el enemigo, sino que, bien al contrario, son personas que consideran que el orador puede aportarles algo, que no van a perder el tiempo escuchándole. Por ello, no se debería tener un miedo desproporcionado a hablar en público, algo que, sin embargo, suele ser bastante habitual. Tener miedo (es tan humano tenerlo) antes de una intervención pública es algo natural, por lo que uno no debería ser excesivamente autocrítico consigo mismo por que le ocurra esto, y no por ello ha de considerarse una persona débil e insegura. Hay que analizar este miedo que a uno le atenaza y tratar de descubrir las causas que lo originan. Uno se dará cuenta de que gran parte de este miedo es irracional, no obedece a motivos lógicos (miedo de hacer un ridículo espantoso, de que se rían de uno, de tartamudear, de caer en desgracia, de hundir el prestigio profesional, de que le abucheen…). Son situaciones que no van a ocurrir y por lo tanto este miedo hay que rechazarlo por absurdo. Otra tipo de miedo sí puede ser racional: obedece a situaciones adversas que pueden presentarse (quedarse en blanco, no saber contestar a una pregunta, que no funcione el proyector, etc.). Frente a este miedo racional lo que hay que hacer es tomar todas las medidas posibles para reducir al mínimo las posibilidades de que estas situaciones se produzcan (por ejemplo, llevando fichas de apoyo, preparando el discurso a conciencia, verificando previamente de que el proyector multimedia funcione correctamente, etc.).
A veces también preocupa, el pensar que el público pueda darse cuenta del miedo que uno tiene (sudores, temblor en el habla o en las piernas, cara demacrada, etc.), pero es muy difícil que esto ocurra: Son reacciones físicas que uno percibe intensamente pero que apenas son percibidas por terceros. Además, en el caso hipotético de que así fuera, el público pensaría que son reacciones muy naturales, que a cualquiera le podría ocurrir. La mejor forma de combatir el miedo es con una adecuada preparación: hay que trabajar y ensayar la intervención con rigurosidad. Cuando se domina la presentación se reducen drásticamente las posibilidades de cometer errores; esto genera confianza y disminuye el nivel de ansiedad.
También resulta muy útil pensar en positivo, es decir, en la satisfacción tan enorme que a uno le produciría obtener un gran éxito. El orador debe auto convencerse de que con una buena preparación este éxito está al alcance de la mano. Otro modo de combatir el nerviosismo es realizar, unas horas antes de la intervención, algún ejercicio físico intenso (un partido de frontón, salir a correr, jugar fútbol, etc.). Esto contribuye a quemar energías y genera un cansancio físico que contribuye a calmar los nervios – sin exagerar-, a veces estos nervios son por la cantidad de energía que posee y debe disiparlo, eliminando esta energía que se muestra por medio de los nervios.
Cuando llega el momento de la intervención uno debe autoimponerse tranquilidad (mansedumbre), especialmente en los momentos iniciales de misma. Si uno consigue sentirse cómodo al principio, es posible que mantenga esta línea durante el resto de la intervención. Subir al estrado con tranquilidad, sin prisas, mirar al público unos instantes mientras se le saluda, ajustar el micrófono, organizar las notas... y comenzar a hablar despacio.
A lo que nunca se debe recurrir es a tomar pastillas o un par de "copitas", ya que podrían generar un estado de aturdimiento que dificultase la exposición. En todo caso, un cierto grado de nerviosismo puede que no venga mal, ya que permite iniciar la intervención en un estado de cierta agitación, de mayor energía que poco a poco irá descendiendo y podrá afectar en el juego de voces que debe emplear el orador.
A. CONCEPTOS
¿El líder nace o se hace?
Es una pregunta que surge siempre que se aborda el tema del liderazgo. La opinión generalizada es que hay líderes que nacen con capacidades innatas y hay otros que se van formando en su desarrollo profesional. Las habilidades innatas favorecen el desarrollo del líder, pero a veces resulta más determinante la formación que uno va adquiriendo y la experiencia que va acumulando, y puedo afirmar bajo mis experiencias que el líder se “hace”, se “construye” poco a poco, pues no hay que olvidar que somos seres perfectibles, el detalle ahora está, de qué modo se forma este líder, es decir quién es su referente, escoger a ese prototipo es importante, lo que recomiendo es seguir el ejemplo del Líder por Excelencia, y ése, es Cristo definitivamente, Él supera la idea de líder absoluto, pues él llega a convertirse en un Maestro inolvidable para sus seguidores y ha trascendido en la historia como ningún ser, a tal punto de dividir la misma historia de la humanidad.
Hay técnicas de liderazgo, de toma de decisiones, de conducción de equipos, de motivación, de comunicación, etc. que el líder tiene que conocer y dominar. Hay que señalar la importancia de asistir a seminarios sobre liderazgo, así como la lectura de libros sobre la materia.
También es de gran utilidad aplicar un feed-back (retroalimentación) al grupo para ver qué se está haciendo bien y donde hay que mejorar. Es necesario ir asumiendo responsabilidades, tomando decisiones, solucionando problemas, haciendo frente a situaciones difíciles (esto ayudará a perfeccionarnos como personas), permitirá ir forjando a un auténtico líder. Cuando un líder de alguna u otra forma “falla” o se “equivoca” (que es legitimo), muchas organizaciones lo echan por el craso error, pero yo pregunto ¿en que contribuye dicho desalojo?, creo que en nada, pues si un líder comete un gran error, éste es más útil aún, pues se hará más conciente de la realidad, surgirá de él la prudencia y como es un líder, buscará que solucionar o reivindicar sus errores para una posterior oportunidad, en cambio si lo echaba, no se aprende pues el otro que lo reemplazará cometerá el mismo error, y esta línea continuará; mejor continuar con ese líder y así procurar que enmiende, del error cometido, estoy seguro que está es la mejor inversión que pueda hacer una organización con un líder, claro está que sobrentiendo que éste tiene la humildad de aceptar el error.
Por este motivo, no es bueno "superproteger" a las personas en su desarrollo humano y profesional. Es importante que desde pequeño vayan conociendo el valor del esfuerzo, que se vayan enfrentando a ciertas "dificultades", en definitiva, que aprendan a desenvolverse en la vida. Hay que favorecer que los empleados, seguidores vayan asumiendo competencias, responsabilidades y que se vayan acostumbrando a enfrentarse a problemas. Se trata de irlos preparando para que en un futuro sean capaces de tomar las riendas de la organización. La preparación y la experiencia son aspectos que hay que cuidar en la formación de toda persona y es conveniente empezar a hacerlo desde su niñez, adolescencia, juventud, para ir desarrollando sus capacidades de liderazgo. Otro aspecto esencial para poder ejercer un buen liderazgo es conocer en profundidad el terreno en el que uno se mueve.
El líder de una empresa puede jugar un papel secundario en un club de tenis (por ejemplo) del que sea socio, si sus conocimientos de este deporte, de cómo funciona su entorno, etc., es limitado. No obstante, el líder no tiene porque ser un especialista en la materia, pero sí tendrá que tener una formación sólida e integral de casi todo, que le permita tener ideas muy claras y un conocimiento global de la actividad que desarrolla (sea ésta empresarial, deportiva, cultural, religioso etc.). El liderazgo se basa en un reconocimiento espontáneo por parte del resto del equipo, lo que exigirá dar la talla, estar a la altura de las circunstancias. Si el grupo detecta en él carencias significativas terminará por rechazarlo. Los subordinados por asi decirlos entienden que el líder no tiene por qué conocer hasta el último detalle de cada asunto (para eso están los expertos), pero sí esperan de él un conocimiento suficientemente sólido.
B. REFLEXION EN VALORES
AUTOESTIMA
La autoestima es la manera en que te percibes a ti mismo. Si te consideras inferior a los demás o tienes poca confianza para cumplir con tus tareas, careces de autoestima; si, por el contrario, estás lleno de confianza en ti mismo, tienes la capacidad de darte el valor que realmente mereces y con tus cualidades y defectos afrontas la vida, entonces tienes buena autoestima. Conócete a ti mismo, reflexiona sobre tus potencialidades, busca aprender, valora tus ideas, fíjate metas y atrévete a actuar, a ser persistente. Haz tu trabajo con cariño, comparte tus tareas y logros y ayuda a los demás, sé un ejemplo a seguir, no esperes a que te sirvan, sirve tú primero, usa tu imaginación para servir mejor y agrégale tu coraje para perseguir lo que deseas. Tu recompensa será confirmar que eres un ser con infinitas posibilidades.
• La autoestima es el primer bien invaluable que debemos desarrollar en nosotros mismos. Si tienes autoestima, enfrentarás con éxito el desafío de vivir.
• El primer valor nuclear que necesitamos desarrollar en nosotros mismos es el valor de la autoestima, o sea, tener la capacidad de darnos el valor que realmente merecemos.
• Sólo conoceremos a profundidad nuestras limitaciones cuando intentemos vencerlas. El secreto para lograrlo está en nosotros mismos, en nuestra autoestima, ese lente por el cual nos proyectamos en la vida.
• Toda persona tiene un reto fundamental: convertirse en un ser extraordinario. Un ser que rompe el paradigma de lo común, alguien que se atreve a desafiar lo establecido y se exige a sí mismo no ser uno más del montón.
• La primera responsabilidad de cualquier educador o líder es formar en los niños el valor de la propia autoestima.
• Auténtico maestro no es aquel que enseña al otro lo que no sabe, sino que hace surgir en los demás el ser que deben llegar a ser. Miguel Ángel Cornejo
C. ORATORIA
Miedo a hablar en público
Como se ha comentado en la lección anterior, el público no es el enemigo, sino que, bien al contrario, son personas que consideran que el orador puede aportarles algo, que no van a perder el tiempo escuchándole. Por ello, no se debería tener un miedo desproporcionado a hablar en público, algo que, sin embargo, suele ser bastante habitual. Tener miedo (es tan humano tenerlo) antes de una intervención pública es algo natural, por lo que uno no debería ser excesivamente autocrítico consigo mismo por que le ocurra esto, y no por ello ha de considerarse una persona débil e insegura. Hay que analizar este miedo que a uno le atenaza y tratar de descubrir las causas que lo originan. Uno se dará cuenta de que gran parte de este miedo es irracional, no obedece a motivos lógicos (miedo de hacer un ridículo espantoso, de que se rían de uno, de tartamudear, de caer en desgracia, de hundir el prestigio profesional, de que le abucheen…). Son situaciones que no van a ocurrir y por lo tanto este miedo hay que rechazarlo por absurdo. Otra tipo de miedo sí puede ser racional: obedece a situaciones adversas que pueden presentarse (quedarse en blanco, no saber contestar a una pregunta, que no funcione el proyector, etc.). Frente a este miedo racional lo que hay que hacer es tomar todas las medidas posibles para reducir al mínimo las posibilidades de que estas situaciones se produzcan (por ejemplo, llevando fichas de apoyo, preparando el discurso a conciencia, verificando previamente de que el proyector multimedia funcione correctamente, etc.).
A veces también preocupa, el pensar que el público pueda darse cuenta del miedo que uno tiene (sudores, temblor en el habla o en las piernas, cara demacrada, etc.), pero es muy difícil que esto ocurra: Son reacciones físicas que uno percibe intensamente pero que apenas son percibidas por terceros. Además, en el caso hipotético de que así fuera, el público pensaría que son reacciones muy naturales, que a cualquiera le podría ocurrir. La mejor forma de combatir el miedo es con una adecuada preparación: hay que trabajar y ensayar la intervención con rigurosidad. Cuando se domina la presentación se reducen drásticamente las posibilidades de cometer errores; esto genera confianza y disminuye el nivel de ansiedad.
También resulta muy útil pensar en positivo, es decir, en la satisfacción tan enorme que a uno le produciría obtener un gran éxito. El orador debe auto convencerse de que con una buena preparación este éxito está al alcance de la mano. Otro modo de combatir el nerviosismo es realizar, unas horas antes de la intervención, algún ejercicio físico intenso (un partido de frontón, salir a correr, jugar fútbol, etc.). Esto contribuye a quemar energías y genera un cansancio físico que contribuye a calmar los nervios – sin exagerar-, a veces estos nervios son por la cantidad de energía que posee y debe disiparlo, eliminando esta energía que se muestra por medio de los nervios.
Cuando llega el momento de la intervención uno debe autoimponerse tranquilidad (mansedumbre), especialmente en los momentos iniciales de misma. Si uno consigue sentirse cómodo al principio, es posible que mantenga esta línea durante el resto de la intervención. Subir al estrado con tranquilidad, sin prisas, mirar al público unos instantes mientras se le saluda, ajustar el micrófono, organizar las notas... y comenzar a hablar despacio.
A lo que nunca se debe recurrir es a tomar pastillas o un par de "copitas", ya que podrían generar un estado de aturdimiento que dificultase la exposición. En todo caso, un cierto grado de nerviosismo puede que no venga mal, ya que permite iniciar la intervención en un estado de cierta agitación, de mayor energía que poco a poco irá descendiendo y podrá afectar en el juego de voces que debe emplear el orador.
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