Autor: MANUEL CALLE REYES
JAQUES DERRIDA DICIÉNDOLE “A-DIEU” A EMMANUEL LEVINAS
(COMENTARIO)
Si alguna vez, habré escrito algo, creo que esto es lo más bello que he hecho, después de reflexionar al Gran Filosofo francés Derridá cuando le habla a Levinas; mi homenaje a ellos.
• Ante la muerte de alguien, me gustaría hablar como un niño, con sus palabras francas, con palabras sencillas para poder expresar mis penas, es que me pregunto ¿quién no ha estado en una situación, frente a la muerte, la “ausencia” de alguien? Y cuando uno esta con pena porque ya no estará más con “ese tú”, entonces, hay gritos interiores, que uno desea que éste lo “escuche” y me pregunto otra vez ¿a quién uno le esta hablando en este momento? Pues es el secreto intimo que une con profundidad al amigo, al maestro, a ese ser amado pero que ahora esta “muerto”, pues esa es la persona que no verá jamás, que ya no vive entre nosotros, que no podrá responder a esas palabras, a esos gritos de dolor por la ausencia, sólo el otro me responde con un “silencio” de tú a tú; es el momentos en que nos quedamos sin palabras frente a ese dolor, frente a ese acontecimiento, donde toda palabra que uno diga siempre será “inapropiada”, esa es la labor del “duelo”. Esto me hace reflexionar esta pregunta ¿quién habla cuando yo hablo? Acaso es mi propio yo el que hablo, pues no, cuando uno tiene ese dolor las palabras “provienen” de esa esencia espiritual- real en el cual llamamos Dios.
• Ante el adiós, el hombre reconoce esa desproporción que tiene el lenguaje de no poder decirlo todo en ese breve momento, donde las palabras no alcanza a satisfacerla otro, entonces esas palabras que ponen en contacto me conlleva al “encuentro” es decir se “re – velan”, me hallo frente a una verdad, en que ahora se valora esa ausencia, ese adiós que me leva a pensar a direccionarme a “ese Dios”, es el deseo que tiene uno frente a ese ser amado, pues decirle adiós es decirle que vaya a la morada de ese Dios que ilumina.
• Cuando uno se dirige al otro es para hablarle con honestidad o rectitud, porque uno lo ama, lo admira desde antes de hablar con él; es esa “rectitud” que es más fuerte que la muerte, que es un consuelo más donde habita en mi conciencia esa urgencia de una destinación que lleva al Otro y no un eterno regreso al yo; eso es el bello recuerdo que uno tiene frente a esa ausencia que no es producto de una subjetividad sino de un verdad.
• Habló de la “rectitud”, como lo dice Derrida; que al mismo tiempo es una autocrítica absoluta, cuya mirada cuestiona, porque ese otro ya no regresa a su punto de origen.
• Este “adieu” nos lleva a reflexionar “la responsabilidad” que excede y precede a mi libertad, a decir un si incondicional que apegada a esa rectitud que mencionábamos antes me lleva a la fidelidad original de una alianza indisoluble que permanece hasta el final en el rostro de mi prójimo y que se expone a la muerte.
• Recuerdo que Levinas habla de la fuente viva y constante que no puedo pensar lo que hoy le esta pasando a él, o me está pasando a mí; entonces, frente a esta respuesta sin respuesta, sé que nunca llegará mientras yo este “vivo”, es por esa razón en que hablamos de un encuentro donde yo pueda “escuchar esa respuestas” a mis preguntas, incertidumbre, penas, eso es la totalidad de algo tan infinito, que esta afuera de mi realidad, es la trascendencia amigos que leen mi articulo.
• Cuando se reflexiona de “la no-respuesta” frente a “la muerte y el tiempo”, Levinas nos lleva a reflexionar que la”muerte” es la paciencia del tiempo, que espera con calma ese momento para encontrarnos en un final que tiene la ambigüedad de una partida sin retorno, es decir un fin, que nos conmueve y nos lleva a pensar oh muerte ...... ¿qué eres?, sé que la muerte no es la desaparición ni el no ser ni la nada sino una experiencia angustiante donde no hallamos la respuesta, es ...... la “sin-respuesta”. Y no es la muerte ese paso a la nada, pues la muerte no puede significar “nada”, porque es algo “real”, esa idea o postura le gustaría muchísimo a “Caín” porque identificando la muerte con nada, eso representaría mucho a un asesino, creerse que no ha pasado nada es una gran “imposibilidad”, porque uno mira al otro, a su rostro y existe “prohibición de no matar”, en el rostro del otro ese nos dice con su mirada “no mataras”, porque el hombre siempre quiere vivir y se halla frente a esa prohibición que es más antigua y decisiva de “ser o no ser”, porque es la vida misma, la que se fundamenta en una “psique” un “animo” que es alma y eso es más importante que el propio reconocimiento de “ser”.
• Esto me lleva a meditar que la muerte del otro es la primera muerte porque yo soy el responsable en la medida en que uno es mortal y me lleva a reflexionar hablando Derrida de Caín, a los que Dios le pregunta: ¿y dónde está tu hermano? Entonces yo soy el responsable del otro, porque la muerte de alguien no es a pesar de lo que parecería ser a primera vista un hecho en sí, pues nos agota de esa forma, sino que se expresa en su total desnudes, en la medida que ese alguien me busca y yo soy el responsable, es decir él está bajo mi responsabilidad, por el hecho de ser mortal y porque cada hecho del otro es una “señal” para mí, pues es el otro que se expresa confiando en mi.
• Hablar del “otro” me individualiza en esa responsabilidad que yo tengo de él, y se convierte en una experiencia de sacrificio, donde la muerte me afecta en mi identidad común yo responsable, por eso no puedo permanecer inmutable frente a la muerte, ella pide de mí un respuesta. La muerte es sin importar su significado en la relación con el ser y la nada, pues la muerte hoy no es una aspiración, frente a la muerte no solo hay que dar una respuesta de “emoción” sino es una inquietud frente a lo “desconocido” a algo que no comprendo, a algo que es un no-conocimiento que al mismo tiempo se convierte en un elemento de amistad de hospitalidad que permite la trascendencia del extraño, entonces la amistad es una “gracia” que nos cautiva, que me estremece frente a la fortuna de disfrutar su compañía.
• Hoy la filosofía debe apuntar con rigor absoluto a la idea del “otro” porque esta abre una nueva vertiente en el cual nos vemos urgidos a realizar, relacionarse con el otro presupone una separación infinita, eterna, en el cual aparece el “rostro” de mi prójimo y me vuelvo a preguntar ¿quién habla cuando yo hablo?, frente a esa situación de comunicación el ser humano teme la no respuesta del otro, que esa ausencia no nos responda, esto me hace recordar a la llamada de un teléfono cuando uno grita desesperadamente “alo, alo, alo” porque el hombre se desespera cuando no halla respuestas y se aferra a ese “alo”. Y de ahí me leva a reflexionar ¿qué es el silencio? Es el reconocimiento de que aquí yo estoy conciente, atento a esperar esa respuesta.
• Quiero terminar esta hermosa reflexión del “Adieu” diciendo que eso nos es el final o la finalidad sino que saludad al otro más allá del ser, es decir saludo a la GLORIA que hay en el, por eso lo espero, por eso lo saludo, por eso lo extraño y saludo a esa gloria que está en el. Ese adiós nos es un proceso es un “llamado” a sentirme atraído al otro ser humano que me reclama a través del significado de lo que es el “prójimo” por el que yo debe responder; es eso para mi el ADIOS.
Gracias,
Lic. MANUEL CALLE REYES.
• Ante la muerte de alguien, me gustaría hablar como un niño, con sus palabras francas, con palabras sencillas para poder expresar mis penas, es que me pregunto ¿quién no ha estado en una situación, frente a la muerte, la “ausencia” de alguien? Y cuando uno esta con pena porque ya no estará más con “ese tú”, entonces, hay gritos interiores, que uno desea que éste lo “escuche” y me pregunto otra vez ¿a quién uno le esta hablando en este momento? Pues es el secreto intimo que une con profundidad al amigo, al maestro, a ese ser amado pero que ahora esta “muerto”, pues esa es la persona que no verá jamás, que ya no vive entre nosotros, que no podrá responder a esas palabras, a esos gritos de dolor por la ausencia, sólo el otro me responde con un “silencio” de tú a tú; es el momentos en que nos quedamos sin palabras frente a ese dolor, frente a ese acontecimiento, donde toda palabra que uno diga siempre será “inapropiada”, esa es la labor del “duelo”. Esto me hace reflexionar esta pregunta ¿quién habla cuando yo hablo? Acaso es mi propio yo el que hablo, pues no, cuando uno tiene ese dolor las palabras “provienen” de esa esencia espiritual- real en el cual llamamos Dios.
• Ante el adiós, el hombre reconoce esa desproporción que tiene el lenguaje de no poder decirlo todo en ese breve momento, donde las palabras no alcanza a satisfacerla otro, entonces esas palabras que ponen en contacto me conlleva al “encuentro” es decir se “re – velan”, me hallo frente a una verdad, en que ahora se valora esa ausencia, ese adiós que me leva a pensar a direccionarme a “ese Dios”, es el deseo que tiene uno frente a ese ser amado, pues decirle adiós es decirle que vaya a la morada de ese Dios que ilumina.
• Cuando uno se dirige al otro es para hablarle con honestidad o rectitud, porque uno lo ama, lo admira desde antes de hablar con él; es esa “rectitud” que es más fuerte que la muerte, que es un consuelo más donde habita en mi conciencia esa urgencia de una destinación que lleva al Otro y no un eterno regreso al yo; eso es el bello recuerdo que uno tiene frente a esa ausencia que no es producto de una subjetividad sino de un verdad.
• Habló de la “rectitud”, como lo dice Derrida; que al mismo tiempo es una autocrítica absoluta, cuya mirada cuestiona, porque ese otro ya no regresa a su punto de origen.
• Este “adieu” nos lleva a reflexionar “la responsabilidad” que excede y precede a mi libertad, a decir un si incondicional que apegada a esa rectitud que mencionábamos antes me lleva a la fidelidad original de una alianza indisoluble que permanece hasta el final en el rostro de mi prójimo y que se expone a la muerte.
• Recuerdo que Levinas habla de la fuente viva y constante que no puedo pensar lo que hoy le esta pasando a él, o me está pasando a mí; entonces, frente a esta respuesta sin respuesta, sé que nunca llegará mientras yo este “vivo”, es por esa razón en que hablamos de un encuentro donde yo pueda “escuchar esa respuestas” a mis preguntas, incertidumbre, penas, eso es la totalidad de algo tan infinito, que esta afuera de mi realidad, es la trascendencia amigos que leen mi articulo.
• Cuando se reflexiona de “la no-respuesta” frente a “la muerte y el tiempo”, Levinas nos lleva a reflexionar que la”muerte” es la paciencia del tiempo, que espera con calma ese momento para encontrarnos en un final que tiene la ambigüedad de una partida sin retorno, es decir un fin, que nos conmueve y nos lleva a pensar oh muerte ...... ¿qué eres?, sé que la muerte no es la desaparición ni el no ser ni la nada sino una experiencia angustiante donde no hallamos la respuesta, es ...... la “sin-respuesta”. Y no es la muerte ese paso a la nada, pues la muerte no puede significar “nada”, porque es algo “real”, esa idea o postura le gustaría muchísimo a “Caín” porque identificando la muerte con nada, eso representaría mucho a un asesino, creerse que no ha pasado nada es una gran “imposibilidad”, porque uno mira al otro, a su rostro y existe “prohibición de no matar”, en el rostro del otro ese nos dice con su mirada “no mataras”, porque el hombre siempre quiere vivir y se halla frente a esa prohibición que es más antigua y decisiva de “ser o no ser”, porque es la vida misma, la que se fundamenta en una “psique” un “animo” que es alma y eso es más importante que el propio reconocimiento de “ser”.
• Esto me lleva a meditar que la muerte del otro es la primera muerte porque yo soy el responsable en la medida en que uno es mortal y me lleva a reflexionar hablando Derrida de Caín, a los que Dios le pregunta: ¿y dónde está tu hermano? Entonces yo soy el responsable del otro, porque la muerte de alguien no es a pesar de lo que parecería ser a primera vista un hecho en sí, pues nos agota de esa forma, sino que se expresa en su total desnudes, en la medida que ese alguien me busca y yo soy el responsable, es decir él está bajo mi responsabilidad, por el hecho de ser mortal y porque cada hecho del otro es una “señal” para mí, pues es el otro que se expresa confiando en mi.
• Hablar del “otro” me individualiza en esa responsabilidad que yo tengo de él, y se convierte en una experiencia de sacrificio, donde la muerte me afecta en mi identidad común yo responsable, por eso no puedo permanecer inmutable frente a la muerte, ella pide de mí un respuesta. La muerte es sin importar su significado en la relación con el ser y la nada, pues la muerte hoy no es una aspiración, frente a la muerte no solo hay que dar una respuesta de “emoción” sino es una inquietud frente a lo “desconocido” a algo que no comprendo, a algo que es un no-conocimiento que al mismo tiempo se convierte en un elemento de amistad de hospitalidad que permite la trascendencia del extraño, entonces la amistad es una “gracia” que nos cautiva, que me estremece frente a la fortuna de disfrutar su compañía.
• Hoy la filosofía debe apuntar con rigor absoluto a la idea del “otro” porque esta abre una nueva vertiente en el cual nos vemos urgidos a realizar, relacionarse con el otro presupone una separación infinita, eterna, en el cual aparece el “rostro” de mi prójimo y me vuelvo a preguntar ¿quién habla cuando yo hablo?, frente a esa situación de comunicación el ser humano teme la no respuesta del otro, que esa ausencia no nos responda, esto me hace recordar a la llamada de un teléfono cuando uno grita desesperadamente “alo, alo, alo” porque el hombre se desespera cuando no halla respuestas y se aferra a ese “alo”. Y de ahí me leva a reflexionar ¿qué es el silencio? Es el reconocimiento de que aquí yo estoy conciente, atento a esperar esa respuesta.
• Quiero terminar esta hermosa reflexión del “Adieu” diciendo que eso nos es el final o la finalidad sino que saludad al otro más allá del ser, es decir saludo a la GLORIA que hay en el, por eso lo espero, por eso lo saludo, por eso lo extraño y saludo a esa gloria que está en el. Ese adiós nos es un proceso es un “llamado” a sentirme atraído al otro ser humano que me reclama a través del significado de lo que es el “prójimo” por el que yo debe responder; es eso para mi el ADIOS.
Gracias,
Lic. MANUEL CALLE REYES.
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