domingo, 2 de noviembre de 2014

ARTÌCULO DE FILOSOFÌA POLÌTICA : ¿Mundo ficticio o Mundo real? - Para revista TESTIMONIO - POR MANUEL CALLE REYES

                                  CAPACITANDO A DOCENTES


Aquí deseo plantear una “sugerencia inquietante”, imaginemos que las ciencias naturales fueran a sufrir los efectos de una catástrofe a nivel global. La masa del público culpa a los científicos de una serie de desastres ambientales, por todas partes hay motines y los laboratorios son incendiados, los físicos son linchados, los libros e instrumentos, destruidos. Por último, el movimiento político “Ningún saber” toma el poder y gana las elecciones abrumadoramente, luego como primera medida, procede a abolir la ciencia que se enseñaba en colegios y universidades, apresando a los científicos que faltaban en esa “cacería de brujas”. Más tarde se produce una reacción contra ese movimiento destructivo y la gente ilustrada intenta resucitar la ciencia, el problema radica, en que han olvidado  en gran parte lo que fue, después de la destrucción de esa bomba atómica. A pesar de ello, poseen fragmentos de ciertos experimentos pero sin un contexto teórico que le daba significado, se recuperan instrumentos cuyo uso han sido olvidados; semicapítulos de libros, páginas sueltas de artículos, no tan legibles, algunos un poco rotos. Pese a ello, todos esos fragmentos son reincorporados en un conjunto, bajo los títulos renacidos de física, química y biología. Los recolectores de esos saberes, se disputan el mérito de la teoría de relatividad, la teoría del multiverso, la teoría de la evolución, aunque poseen solo un conocimiento muy parcial de cada una. En las “escuelas”, ahora los niños aprenden de memoria y recitan como salmos religiosos algunos de los teoremas de Euclides y Pitágoras. Nadie o casi nadie, comprende que lo que están haciendo no es ciencia natural en ningún sentido correcto. Es más todo lo que dicen y hacen se someten a ciertos “cánones de consistencia y coherencia”, es más, los contextos que serían necesarios para dar sentido a toda actividad científica, se han perdido, de una manera casi irremediable.
Muchos de estos hombres emplean los términos como “neutrón”, “masa”, “gravedad”, “quarks”. Usan estos términos, pero el significado real de estas palabras se han perdido, es más, se dan significados arbitrarios, se llega a premisas y conclusiones contradictorias que a su vez contribuyen a que aparezcan “teorías subjetivas de la ciencia” creando su propia noción de “verdad”.
Este mundo posible imaginario se aproxima mucho a algunos de los que han construido los escritores de ciencia ficción. Podemos describirlo como un mundo en el que el lenguaje de la ciencia continua siendo usado, pero en un grave “estado de desorden”. Si fuese así, entonces ni la Filosofía Analítica sería capaz de revelar la realidad de este desorden porque no se podría describir esta “realidad” bajo una lógica confusa de tamaño desproporcional. Tampoco, la Fenomenología o el Existencialismo serían capaces de discernir nada incorrecto, entonces, ¿a qué viene construir este mundo imaginario habitado por pseudocientíficos ficticios?, la hipótesis que quiero adelantar en este artículo, es que en el mundo actual que habitamos, el lenguaje de la moral también está en grave estado de desorden, tan igual como lo he descrito en mi mundo imaginario refiriéndome a la ciencia. Lo que poseemos, si este parecer es verdadero, son “fragmentos de un esquema conceptual”,  nos faltan los “contextos” de los que deriva su real significado; es decir, poseemos, en efecto, simulacros de moral; pero hemos perdido –en gran parte, si no enteramente- nuestra comprensión, tanto teórica como práctica, de la moral. Vemos a un mundo que está más conectado que nunca –gracias a la tecnología- pero su moral está desconectada con su quehacer en la realidad, donde la mitad de la riqueza del mundo solo está en manos del 1% de la población –las elites económicas “han secuestrado” la democracia para su propio beneficio-, donde la injusticia se ha globalizado, donde la nueva esclavitud del hombre se llama manipulación social a través de los medios, entre otros, con una inmoralidad que solo ha engendrado un mundo de contradicciones y desequilibrios,  sobre todo mucha confusión. Y nuestro país no está exento de esto, sino hagamos una breve reflexión sobre los resultados en estas últimas elecciones regionales y municipales en el país; donde sin importar o sabiendo, si el candidato posee una intachable conducta o un gran prontuariado, incluso, a estos últimos,  se les elije con un amplio “apoyo mayoritario” de la población –díganme si esto no se parece a mi mundo imaginario-, donde ya no nos dábamos cuenta, si las elecciones lo estaba llevando acabo la ONPE o el INPE. ¿Cómo es posible que sea así la realidad de nuestro país?, en el “mundo real” se impone normalmente el bien, la verdad, la decencia, la honestidad, el orden, el análisis, la práctica moral; o estamos viviendo en el “mundo imaginario” donde reina el Estado de desorden, que no comprende su historia, que no se da cuenta que ha padecido un catástrofe –una hiperinflación histórica, un terrorismo abominable, primeros puestos en producción de cocaína a nivel global, actos de corrupción a achates inimaginables-; que han llegado a un punto –como los habitantes de mi mundo imaginario- en que han dejado de comprender la naturaleza de la catástrofe que han padecido y que casi nadie reconoce y que quizá nadie pueda reconocerla completamente.
La indolencia moral ha llegado a niveles patéticos que no son imaginarios sino son “reales”, la famosa frase que hemos oído en estas últimas elecciones: “roba, pero hace obras”, identificando  a este con el personaje que dirige el partido del “sol que los ilumina”, siendo nuestro próximo alcalde que llevara la batuta del municipio en su tercera gestión con un pasivo político y moral muy grande llevando a cuestas, siendo este el protagonista de uno de los mayores escándalos de corrupción del país (Comunicore) junto con los otros casos de corrupción que asola el país a gran escala, como la mafia del norte del país, Los Orellana  y el alcalde de Chiclayo, que pensaban que la región y la municipalidad, respectivamente, eran su “caja chica”.
Ya todos hemos visto cómo eran las “hojas de vida” de los otrora candidatos, que nos refregaron en nuestras caras la asociación delito/política y corrupción/política. No debemos de olvidar que postularon en estas últimas elecciones, más de 1400 que habían sido condenados por delitos como: prestaciones alimenticias, por peculado, por lesiones, apropiación ilícita, abuso de autoridad, homicidio y hasta de narcotráfico. Es de lamentar, que algunos de estos impresentables hayan sido elegidos; se dan cuenta que el mundo imaginario que les presentaba al inicio, no sea tan descabellado, pero que tampoco debemos de esperar que esto se instale y que nos acostumbremos a estos tipos de situaciones que ya no tienen nada de imaginarias. No en vano Maquiavelo propugnaba una buena utilización del delito en un momento concreto para asegurar el poder y en beneficio de los súbditos (podemos traducir ahora como “roba pero hace obras”), aunque desaconsejaba que los delitos aumenten en lugar de desaparecer.
No se puede negar que la política es también un espacio de pugna entre la virtud de lo público contra la corrupción. Recordemos el célebre dialogo entre Sócrates y Critòn en vísperas de su muerte, cuando se presenta a su celda para comunicarle que sus seguidores habían recolectado dinero para sobornar a los guardias y así posibilitar su fuga, pero es de vital importancia recordar como reaccionó nuestro gran filósofo, este se negó rotundamente a participar en este acto doble de corrupción, y aun a costa de su vida dijo que no se puede burlar aquello que hemos convenido como justo. Esta es la gran batalla entra la corrupción y el acto moral virtuoso.
Titulé este articulo así porque no es un mundo imaginario o una novela lo que estamos viviendo los peruanos en estos últimos tiempos. La organización Transparencia Internacional que lo dirige el Dr. José Ugaz, personaje insigne en la lucha contra la corrupción post fujimorato, el Perú está debajo de la mitad de la tabla entre los países más corruptos (puesto 83), donde muestra a las instituciones peruanas más corruptas y estas son: el Poder Judicial, los Partidos, la Policía y el Congreso; todas estas instituciones que tienen relación inherente con la justicia, la política y la seguridad; estas hagan todo lo contrario a su propia razón de ser por la cual fueron creadas. Ante estos datos surge la pregunta ¿esto es real? o es una broma de mal gusto y ese país al que se describe no es el Perú,  sino un país subsahariano con un dictador en el poder, la respuesta es, no, ese es nuestro mundo real.
Definitivamente estamos en un ciclo corrupto totalmente nuevo, porque lo alimenta el Estado mismo –hace muy poco al respecto-, la sociedad –vota por ellos aunque se les diga que son corruptos esos candidatos-, la política – donde reina el lobby y los favores, porque otorongo no come a otorongo-; esto nos ha llevado de ser un país “con corrupción” a un país “de corrupción”, como dirían algunos, la corrupción en el Perú ya se hizo sociología pura, se encuentra institucionalizada y socialmente instalada, no solo en el Estado, como se le suele echar la culpa, sino lamentablemente está instalado en nosotros mismos, solo que le echamos la culpa al Estado para no echarnos la culpa nosotros mismos. Tenemos que salir de este zafarrancho casi  inmanejable y retomar por el camino de lo correcto desde nuestras tribunas.
Además, no vaya a suponer que la conclusión de todo esto resulte desesperada, angustiosa o que termine como algunos de esos textos existencialistas, que han convertido la desesperación en una especie de lugar común psicológico, es más, pienso que el pesimismo resultará también otro lujo cultural del cual habrá que prescindir para “sobrevivir a estos duros tiempos que le toca vivir otra vez al Perú”. Naturalmente no puedo negar que hoy la moral ha sido fragmentada en gran medida y luego parcialmente destruida y de ello puedo asegurar que no hay alguna inconsistencia en cuanto aquí he descrito, puesto que la tarea está en nosotros mismo, primero como personas individuales, después como personas comunitarias e institucionales; no podemos quedarnos con los brazos cruzados, se nos aproxima dentro de poco más de un año otra elección , donde el reto es elegir al Congreso y al dignatario, que no se vuelva a escribir una novela de eso, sino afrontemos nuestro mundo real tal cual es.

Por. Manuel E. Calle Reyes

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