CAPACITANDO A DOCENTES
Aquí deseo plantear una
“sugerencia inquietante”, imaginemos que las ciencias naturales fueran a sufrir
los efectos de una catástrofe a nivel global. La masa del público culpa a los
científicos de una serie de desastres ambientales, por todas partes hay motines
y los laboratorios son incendiados, los físicos son linchados, los libros e
instrumentos, destruidos. Por último, el movimiento político “Ningún saber”
toma el poder y gana las elecciones abrumadoramente, luego como primera medida,
procede a abolir la ciencia que se enseñaba en colegios y universidades,
apresando a los científicos que faltaban en esa “cacería de brujas”. Más tarde
se produce una reacción contra ese movimiento destructivo y la gente ilustrada
intenta resucitar la ciencia, el
problema radica, en que han olvidado en
gran parte lo que fue, después de la destrucción de esa bomba atómica. A pesar
de ello, poseen fragmentos de ciertos experimentos pero sin un contexto teórico
que le daba significado, se recuperan instrumentos cuyo uso han sido olvidados;
semicapítulos de libros, páginas sueltas de artículos, no tan legibles, algunos
un poco rotos. Pese a ello, todos esos fragmentos son reincorporados en un
conjunto, bajo los títulos renacidos de física, química y biología. Los recolectores
de esos saberes, se disputan el mérito de la teoría de relatividad, la teoría
del multiverso, la teoría de la evolución, aunque poseen solo un conocimiento
muy parcial de cada una. En las “escuelas”, ahora los niños aprenden de memoria
y recitan como salmos religiosos algunos de los teoremas de Euclides y Pitágoras.
Nadie o casi nadie, comprende que lo que están haciendo no es ciencia natural
en ningún sentido correcto. Es más todo lo que dicen y hacen se someten a
ciertos “cánones de consistencia y coherencia”, es más, los contextos que serían
necesarios para dar sentido a toda actividad científica, se han perdido, de una
manera casi irremediable.
Muchos de estos hombres emplean
los términos como “neutrón”, “masa”, “gravedad”, “quarks”. Usan estos términos,
pero el significado real de estas palabras se han perdido, es más, se dan significados
arbitrarios, se llega a premisas y conclusiones contradictorias que a su vez contribuyen
a que aparezcan “teorías subjetivas de la ciencia” creando su propia noción de
“verdad”.
Este mundo posible imaginario se
aproxima mucho a algunos de los que han construido los escritores de ciencia
ficción. Podemos describirlo como un mundo en el que el lenguaje de la ciencia continua
siendo usado, pero en un grave “estado de desorden”. Si fuese así, entonces ni la
Filosofía Analítica sería capaz de revelar la realidad de este desorden porque
no se podría describir esta “realidad” bajo una lógica confusa de tamaño
desproporcional. Tampoco, la Fenomenología o el Existencialismo serían capaces
de discernir nada incorrecto, entonces, ¿a qué viene construir este mundo
imaginario habitado por pseudocientíficos ficticios?, la hipótesis que quiero adelantar
en este artículo, es que en el mundo actual que habitamos, el lenguaje de la moral también está en
grave estado de desorden, tan igual como lo he descrito en mi mundo imaginario
refiriéndome a la ciencia. Lo que poseemos, si este parecer es verdadero, son
“fragmentos de un esquema conceptual”, nos faltan los “contextos” de los que deriva
su real significado; es decir, poseemos, en efecto, simulacros de moral; pero hemos perdido –en gran parte, si no
enteramente- nuestra comprensión, tanto teórica como práctica, de la moral. Vemos
a un mundo que está más conectado que nunca –gracias a la tecnología- pero su
moral está desconectada con su quehacer en la realidad, donde la mitad de la
riqueza del mundo solo está en manos del 1% de la población –las elites
económicas “han secuestrado” la democracia para su propio beneficio-, donde la
injusticia se ha globalizado, donde la nueva esclavitud del hombre se llama
manipulación social a través de los medios, entre otros, con una inmoralidad
que solo ha engendrado un mundo de contradicciones y desequilibrios, sobre todo mucha confusión. Y nuestro país no está
exento de esto, sino hagamos una breve reflexión sobre los resultados en estas
últimas elecciones regionales y municipales en el país; donde sin importar o
sabiendo, si el candidato posee una intachable conducta o un gran prontuariado,
incluso, a estos últimos, se les elije
con un amplio “apoyo mayoritario” de la población –díganme si esto no se parece
a mi mundo imaginario-, donde ya no nos dábamos cuenta, si las elecciones lo
estaba llevando acabo la ONPE o el INPE. ¿Cómo es posible que sea así la
realidad de nuestro país?, en el “mundo real” se impone normalmente el bien, la
verdad, la decencia, la honestidad, el orden, el análisis, la práctica moral; o
estamos viviendo en el “mundo imaginario” donde reina el Estado de desorden,
que no comprende su historia, que no se da cuenta que ha padecido un catástrofe
–una hiperinflación histórica, un terrorismo abominable, primeros puestos en
producción de cocaína a nivel global, actos de corrupción a achates
inimaginables-; que han llegado a un punto –como los habitantes de mi mundo imaginario-
en que han dejado de comprender la naturaleza de la catástrofe que han padecido
y que casi nadie reconoce y que quizá nadie pueda reconocerla completamente.
La indolencia moral ha llegado a
niveles patéticos que no son imaginarios sino son “reales”, la famosa frase que
hemos oído en estas últimas elecciones: “roba,
pero hace obras”, identificando a
este con el personaje que dirige el partido del “sol que los ilumina”, siendo
nuestro próximo alcalde que llevara la batuta del municipio en su tercera
gestión con un pasivo político y moral muy grande llevando a cuestas, siendo
este el protagonista de uno de los mayores escándalos de corrupción del país
(Comunicore) junto con los otros casos de corrupción que asola el país a gran
escala, como la mafia del norte del país, Los Orellana y el alcalde de Chiclayo, que pensaban que la
región y la municipalidad, respectivamente, eran su “caja chica”.
Ya todos hemos visto cómo eran
las “hojas de vida” de los otrora candidatos, que nos refregaron en nuestras
caras la asociación delito/política y corrupción/política. No debemos de
olvidar que postularon en estas últimas elecciones, más de 1400 que habían sido
condenados por delitos como: prestaciones alimenticias, por peculado, por
lesiones, apropiación ilícita, abuso de autoridad, homicidio y hasta de
narcotráfico. Es de lamentar, que algunos de estos impresentables hayan sido
elegidos; se dan cuenta que el mundo imaginario que les presentaba al inicio,
no sea tan descabellado, pero que tampoco debemos de esperar que esto se
instale y que nos acostumbremos a estos tipos de situaciones que ya no tienen
nada de imaginarias. No en vano Maquiavelo propugnaba una buena utilización del
delito en un momento concreto para asegurar el poder y en beneficio de los
súbditos (podemos traducir ahora como “roba pero hace obras”), aunque desaconsejaba
que los delitos aumenten en lugar de desaparecer.
No se puede negar que la política
es también un espacio de pugna entre la virtud de lo público contra la
corrupción. Recordemos el célebre dialogo entre Sócrates y Critòn en vísperas
de su muerte, cuando se presenta a su celda para comunicarle que sus seguidores
habían recolectado dinero para sobornar a los guardias y así posibilitar su
fuga, pero es de vital importancia recordar como reaccionó nuestro gran filósofo,
este se negó rotundamente a participar en este acto doble de corrupción, y aun
a costa de su vida dijo que no se puede burlar aquello que hemos convenido como
justo. Esta es la gran batalla entra la corrupción y el acto moral virtuoso.
Titulé este articulo así porque
no es un mundo imaginario o una novela lo que estamos viviendo los peruanos en
estos últimos tiempos. La organización Transparencia Internacional que lo
dirige el Dr. José Ugaz, personaje insigne en la lucha contra la corrupción
post fujimorato, el Perú está debajo de la mitad de la tabla entre los países más
corruptos (puesto 83), donde muestra a las instituciones peruanas más corruptas
y estas son: el Poder Judicial, los Partidos, la Policía y el Congreso; todas
estas instituciones que tienen relación inherente con la justicia, la política
y la seguridad; estas hagan todo lo contrario a su propia razón de ser por la
cual fueron creadas. Ante estos datos surge la pregunta ¿esto es real? o es una
broma de mal gusto y ese país al que se describe no es el Perú, sino un país subsahariano con un dictador en
el poder, la respuesta es, no, ese es nuestro mundo real.
Definitivamente estamos en un
ciclo corrupto totalmente nuevo, porque lo alimenta el Estado mismo –hace muy
poco al respecto-, la sociedad –vota por ellos aunque se les diga que son
corruptos esos candidatos-, la política – donde reina el lobby y los favores,
porque otorongo no come a otorongo-; esto nos ha llevado de ser un país “con
corrupción” a un país “de corrupción”, como dirían algunos, la corrupción en el
Perú ya se hizo sociología pura, se encuentra institucionalizada y socialmente
instalada, no solo en el Estado, como se le suele echar la culpa, sino lamentablemente
está instalado en nosotros mismos, solo que le echamos la culpa al Estado para
no echarnos la culpa nosotros mismos. Tenemos que salir de este zafarrancho
casi inmanejable y retomar por el camino
de lo correcto desde nuestras tribunas.
Además, no vaya a suponer que la conclusión
de todo esto resulte desesperada, angustiosa o que termine como algunos de esos
textos existencialistas, que han convertido la desesperación en una especie de
lugar común psicológico, es más, pienso que el pesimismo resultará también otro
lujo cultural del cual habrá que prescindir para “sobrevivir a estos duros
tiempos que le toca vivir otra vez al Perú”. Naturalmente no puedo negar que
hoy la moral ha sido fragmentada en gran medida y luego parcialmente destruida
y de ello puedo asegurar que no hay alguna inconsistencia en cuanto aquí he
descrito, puesto que la tarea está en nosotros mismo, primero como personas
individuales, después como personas comunitarias e institucionales; no podemos
quedarnos con los brazos cruzados, se nos aproxima dentro de poco más de un año
otra elección , donde el reto es elegir al Congreso y al dignatario, que no se
vuelva a escribir una novela de eso, sino afrontemos nuestro mundo real tal
cual es.
Por. Manuel E. Calle Reyes
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