LECCIONES DE POLÍTICA EN TIEMPOS COMO HOY –
SAN AGUSTÍN DESDE “LA CIUDAD DE DIOS” –
AUTOR: MANUEL CALLE REYES
Agustín, después de vivir el
saqueo de Roma por las tropas de Alarico en el año 410 d.C. se sintió
profundamente conmovido por lo ligado entre la Iglesia y el destino del Imperio
Romano, que causó tristeza aun en los espíritus más firmes, como es el caso de
nuestro autor principal.
Es importante contextualizar
los acontecimientos que sucedían en la época de Agustín para así poder entender
sus ideas y posturas políticas que tiene el autor africano. Por tal razón, este
se dejó caer, sin pretenderlo creo en el
destino de la “ciudad”, puesto que el “mundo” ha sido sacudido y la pregunta es: ¿dónde está Dios?; él, sabe que el Imperio no es eterno, pero le resultaba muy difícil imaginar un mundo sin él, porque este sabía que el fin de uno era el fin del otro -la Iglesia que recién se constituía-; es importante esta última premisa. Después de la catástrofe se empezaba a cuestionar a la doctrina cristiana, lo consideraban nefasto como conducta de Estado, el “dar la otra mejilla a nuestros enemigos”, entonces, la culpa la tienen los emperadores cristianos por observar la religión cristiana y gobernar bajos esos principios y recordaban su pasado como Imperio que imponía a todo y todos; así es como se decide Agustín escribir la “Ciudad de Dios” contra las blasfemias de la época y todos los ataques que venían de los pocos paganos.
Esta obra contiene en sí una
vista en conjunto sobre la historia de la humanidad desde la creación de los ángeles
hasta los últimos días del mundo. Puedo afirmar que esta obra advierte el mundo antiguo que agoniza con un cristianismo
que incoa y plantea la cuestión sobre las relaciones entre el Estado y la
sociedad humana en general, según los principios cristianos, de esta cuestión abordaré.
La teología de San Agustín sirvió para definir la separación entre Iglesia y
Estado –no hay que olvidar que esa será la discusión a inicios de la edad
moderna, y nuestro autor ya se anticipaba con mucho antelación a este desafío
que abordara la Iglesia en su momento- porque propone, sobre una nueva forma de
sociedad civil, impulsar los valores de la doctrina cristiana y deja de
manifiesto los siguientes conceptos: Estado –que no debe ser muy extenso-, vida
de la ciudad, esclavitud –que está ligada y relacionada a las guerras-, la
familia –que debe ser de “clase media”-, las guerras –producto de la
infelicidad del hombre-, el poder –debe estar en las manos de los buenos-, la
justicia – un reino sin justicia es una banda de ladrones-, entre otros.
Nuestro autor de Hipona marcó
el pensamiento político medieval, porque nos dice que el que gobierna debe
guiarse por principios altruistas, hay que recordar que se tenía el pensamiento
de la ley del fuerte que poco a poco cedía al estilo cristiano. Se da cuenta que hay una pérdida de poder
político (saqueos de Roma del 410) ha
polarizado a la Iglesia con el orden político, porque este desde que se ha cristianizado
no da una respuesta contundente a los invasores paganos, se busca como culpable
a la Iglesia con su doctrina permisiva, según sus críticos de la época. El
Padre Latino subraya en su obra que lo político debe estar tejido a una
búsqueda de ORDEN (ordo total) como principio jerárquico y distributivo, que
tiene como principio mayor al principio sustentable de todo, el AMOR (Libro XI Cap. 18, 22 y Libro XII, Cap. 2, 4),
donde nos subraya que ORDO EST AMORIS
y este da como resultado la PAZ. Entonces, aquí nos da un principio muy
importante que requieren los países con una estabilidad enclenque, débil,
puesto que, este subraya los principios que debe tener una nación para
construir y constituir todas sus instituciones: orden, amor (bien-justicia) y estos
nos traerán paz, porque una república con muchos ciudadanos, deseos diferentes,
es difícil de gobernar en sí, incluso si el dignatario que le toca gobernar no
tiene en “orden” lo que desea para el Estado y no está impregnado de lo qué es
la justicia y de poseer en sí el deseo infinito de bien, de verdad; a la sazón,
gobernar para este será un caos porque dentro de él en sí lo está y atropellará
a las instituciones o en todo caso no le importará tener instituciones
consolidadas porque no tiene una mente ordenadora que solo es impulsada por
todo aquel que persigue el bien y lo hace realidad en la justicia bajo el
impulso del amor que ordena. Este Doctor de la Iglesia nos recalca además, que
una República es una multitud de seres racionales unidos por el compañerismo y
unidos a un “mismo objetivo” (Libro XIX, 24).
La Ciudad de Dios, es una imagen
de la visión del mundo desde el cristianismo, donde el Estado conoce o debe
conocer “la psicología de la masa”,
masa que busca orden aunque esta a veces sea caprichosa, entonces, la tarea de
los gobernantes y de la clase política debe ser tener una actitud, UNA VOLUNTAD
ORDENADORA para contrarrestar el caos que desencadena en sí la masa. Por ello,
el Estado como sumo bien debe luchar contra el mal, que es parte de la historia
de la humanidad, pero que esta ha sido siempre vencida por Dios y los hombres
de buena voluntad. Ahí nuestro Doctor de la gracia manifiesta la importancia de
la Autoridad “autoritas”, que viene de Dios, de su providencia, que unida la
autoridad y el poder tienen como misión el servicio
de dirección, es decir, gobernar no es un servicio ni nada, es cuestión de CUALIDADES, porque hay que tener
cualidades para gobernar con autoridad, la masa suele obedecer al que contiene
en si el Bien y el orden, entonces, la misión de la autoridad debe ser
justa y así debe ser el titular de esta, tener una búsqueda de justicia, no siempre
complacer al pueblo, porque esta nos puede llevar a la decadencia. Resalta que
la misión de la autoridad que tiene poder es el servicio de aconsejar, porque SERVICIO
es igual a BENEFICIO, así se ayuda
al pueblo, ahora entendemos ¿por qué hay tanta apatía por parte de la población
de su clase política? Porque no percibe en ella que el poder que le concede a
través de la democracia o las urnas se devuelva en beneficio general, sino lo
divisa como que estos ostentan el poder para defender a grupos o a su merced
exclusivamente personal, esa es también una razón por su “dejadez” en
interesarse por el asunto político. Hoy se desobedece a la autoridad porque no
ve en estos los lineamientos que de alguna u otra forma debe tener una
autoridad elegida, entonces, lo desobedece porque constata que no lo lleva al
bien, que no sirve, que solo busca complacer sus cuenta bancarias y sus intereses
subalternos, por tanto, al no advertir que la autoridad tenga esas
“cualidades”, la rechaza y entramos a una atmosfera de caos, desorden y
anarquía absoluta, donde nadie respeta a la ley ni mucho menos a los que dicen
“representar a la ley”; y esto es muy peligroso, porque puede producir guerras
en especial las “internas”, porque al no llevar a cabo una distribución de la
riqueza de manera equitativa, con justicia, podrá tener y hacerse un “caldo de
cultivo” para desencadenar una guerra
interna –terrorismo genocida- que ya el Perú ha padecido en más de dos décadas,
pero que muy poco se ha aprendido de ello, si ni siquiera somos capaces como
nación, como sociedad civilizada, poder llevar a cabo con prontitud los
desafíos de la CVR para poder reconciliarnos como nación unida, que logre
sentir el dolor del otro que sufrió por culpa de la injusticia y la decidía de
las autoridades, que se escucha o que nos escuchemos y emprender los retos para
afrontar los desafíos que serán “nuestros”. El Doctor de la Iglesia nos dice
que “todos los hombres, aun con la guerra
busca la paz, pero ninguno con la paz busca la guerra” (Libro XIX Cap. 12). Pienso, que allí debe
incorporarse el principio de JUSTICIA
“cuyo oficio primario es dar a cada uno
lo que es suyo (con lo cual mantiene en el hombre un orden justo de la
naturaleza, que el alma esté sujeta a Dios y el cuerpo al alma, y,
consiguientemente, el alma y el cuerpo a Dios)” (Libro XIX Cap. 4). Sin justicia, se rompe el orden natural que
relaciona las partes con su TODO y esto conlleva a la desgracia-, al caos, a la
anarquía que solo trae “mal” –la corrupción que se ha corroído en todos los
estratos de la sociedad- .
Agustín nos exhorta a
interesarnos de la Política en nuestra vida cotidiana porque “lo que dicen que la vida del sabio es
política y sociable, también nosotros lo aprobamos y confirmamos con más
solidez que ellos” (Libro XIX Cap. 5)
esto es vivir rectamente en la sociedad, involucrándose en el quehacer y vida
de la ciudad, no se puede permanecer en estado de un ermitaño frente a la
política, porque este es el quehacer donde los que se involucran, logran
confirmar en sí mediante su tarea en la sociedad, el fin último por la cual está
inmersa que es contribuir, dar su aporte a la “ciudad”, dejar su legado, su
trascendencia, su realización social; porque “si la casa, pues, que es en los males de esta vida el común refugio, no
está segura, ¿qué será la CIUDAD, la cual, cuanto es mayor tanto más llena está
de pleitos y cuestiones cuando no de discordias, que suelen llevar a
turbulencias muchas veces sangrientas, o a guerras civiles… pero de los
peligros nunca?” (Libro XIX Cap. 5).
Nos está diciendo que no deben ser muy extensas las ciudades, porque difícil
será el control en estas, tal como también lo señalaba Aristóteles en su obra “Política”,
además, Agustín dice que “por la abundancia
de los pecados se resfría la caridad” (Libro
XIX, Cap. 8), hoy el mundo globalizado habla de “megametrópolis” pero estos
deben ser organizados de tal forma que todos se sientan incluidos y para ello
es muy importante trazar límites geográficos de acuerdo a la cantidad de
población, a sus necesidades y tomando en cuenta los recursos que esta posee.
Es de vital importancia que en el Perú se continúe la discusión de llevar a
cabo el proceso de Regionalización pero mediante las “macroregiones”, con esa
línea divisoria que contenga en efecto, parte de costa, sierra y selva con
salida al mar, respetando sus puntos de concordancia y acordando las
diferencias, pero que debe llevarse a cabo lo más pronto posible. Hoy vemos
como se ha “resfriado la caridad”, cada región piensa que los recursos que esta
posee solo le pertenece en exclusividad no pensando en el plano de bienestar
general, como también Lima cree tener siempre la mayor parte de lo que se
encuentra en cada región del país, se tiene que poner en orden esas
prioridades. Los grandes conflictos sociales que ha padecido el Perú en la
última década ha sido por tener a un gobernante estadista y a un Congreso que
no aborda los intereses nacionales con hidalguía sino ha dejado “enfriar” el
asunto cada vez que hace peligrar sus “pretensiones particulares o de partido”
por temor a un rechazo de la población de esa zona, en vez de pensar en el
prosperidad general.
Hay un dicho popular que dice “el
hábito no hace al monje” y Agustín refiere eso cuando menciona que el hombre
justo y benigno que tiene a cargo el gobierno, dice que “la casa del hombre debe ser principio o una partecita de la ciudad”
(Libro XIX Cap. 16), este se refiere
que la ordenada concordia entre sí de los cohabitantes, se debe a una ordenada concordia
en el mandar y obedecer, por consiguiente, ha de tomar de la ley de la ciudad
la regla para gobernar su casa, de forma que la acomode a la paz y tranquilidad
de la ciudad; a ningún padre de familia le conviene el conflicto familiar,
menos aún si este es gobernante, debe llevar ese “pedacito” de realidad que le
gusta vivir a la ciudad, es su desafío, pero si este no tiene en cuenta dicho
aspecto, no es capaz siquiera de ordenar o gobernar su familia, mucho menos es
el indicado para poder gobernar la ciudad o la nación entera.
El autor de la Ciudad de Dios
hace una distinción entre PUEBLO y REPÙBLICA, nos dice que el primero, “es una congregación de muchas personas,
unidas entre sí con la comunión y conformidad de los objetos que ama…” (Libro XIX Cap. 24) en tanto, que la
República “es una congregación organizada
y compuesta de muchas personas, unida entre sí con la comunión y concordia de
las cosas que ama” (Libro XIX Cap. 24). La tarea y el desafío de los
gobernantes es hacer que el pueblo se sienta y convierta en una verdadera República,
que ame sus instituciones, que tenga identidad con estas, que perciba en la
realidad que esta la representa, que se sienta incluido en ella y conciba los valores democráticos para que
pueda introducirlo dentro de su yo y con una posterior educación compenetrar a
la familia y esta a su vez, se constatará en la sociedad como tarea final,
porque la paz es propia de nosotros, solo que ante el desorden y la injusticia
se nos es arrebatado, no creo en la visión negativa que se tiene del hombre
(Hobbes) de que este es malo por naturaleza, como tampoco en su infinita bondad
y es la sociedad que la corrompe (Locke), creo en el punto intermedio, que el hombre
tiene desproporción pero es un ser perfectible y que la educación es la única que puede inclinarlo al bien, pero
esta debe partir desde nuestras autoridades para que se enquiste en la sociedad
en general.
La lección final que nos pueda
dar Agustín en este breve trabajo, es que
los políticos han “olvidado” su rol en la sociedad, puesto que no buscan el
BIEN COMÙN; estos buscan más
privilegiar a las oligarquías, los grupos de poder, no tienen una concepción de
la realidad de manera traslucida, y terminan traicionando su misión, los pocos
que sí cuentan con esa “convicción”, siempre he pensado que la gente incauta, entiéndanse
por los improvisados que candidatean como políticos, dice lo que imagina, y no
lo que sabe o es. Cuidado que con la abundancia de tanto “político” improvisado
se resfría la paciencia del pueblo, y entremos a una escena de conflicto serio
donde las ideologías totalitarias se presentan como alternativas ante la
indignación de la sociedad y hagamos saltos al vacío donde el retorno es
difícil. Finalmente, quiero decir que la democracia en el Perú se ha resumido
en adorar o tributar las virtudes de los hombres muertos pero hay muy poco en
la vida práctica y real.
Autor:
Manuel Calle Reyes.