En el ocaso del año, cogitaba en ti,
A pesar que me surtes caudalosamente, aturdes, y haces ruido,
Como aquel intempestivo río; te pareces a mí;
Además de aquel ruido serpentino que silba; y ha huido.
Mujer, eres aquel arroyo rodeado que me alfombra la esperanza,
¿Comprendes ahora, mi savia añoranza?
Ven, acompáñame y una vez más úntame, con tu fragancia
Y acabemos de una vez, con esta balada plena de templanza.
Porque no quiero este cielo que me ciñe de triste amanecer,
Apaguemos esta zarza ardiente de una vez, pues te quiero encender;
Junto a ti yace aquí arboles acaecidos que sostienen la cordillera,
¿Sombras?... no, son solo crepúsculos que me recuerdan a ella.
Sabes, te trazo estas rimas flanqueado de pizcas de bruma,
Cercado de montañas ensombrecidas, que me abruma,
Pero amor, no te inquietes, ya llegó la nueva aurora
Que con su encantamiento resplandeciente nos hace recobrar la vida ¡ahora!
Macaré
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